México : EL SARGAZO NO SE CONVIERTE EN ARENA

El sargazo, esa macroalga que ha invadido las playas de Quintana Roo, ha generado numerosos mitos en torno a su composición y manejo. En este artículo, desmentiremos uno de los más arraigados: el sargazo no se convierte en arena. Según datos del Instituto de Ingeniería de la UNAM, el sargazo posee un 90.7% de humedad y una elevada fracción volátil del 82.8%. Esto demuestra que la idea de que se transforma en arena es completamente falsa.

Sin embargo, existen dos hechos que pueden generar confusión al respecto:

1/ La estructura ramificada del sargazo, compuesta por tallos, hojas, vesículas y espinas en algunas especies, así como su capacidad de conglomeración, hacen que grandes cantidades de arena se adhieran a él, especialmente en condiciones húmedas. Durante las labores de limpieza de las playas, al mezclar el sargazo húmedo con la arena, esta adherencia aumenta. A medida que el sargazo se deseca y se descompone, gran parte de su estructura se evapora, pero la arena que estaba adherida permanece en el lugar.

2/ En el sargazo, también habitan diferentes especies de invertebrados epífitos, como briozoos, gusanos serpúlidos y algas rojas, que tienen composición calcárea. Durante el proceso de secado posterior a la arribazón o retiro del sargazo de las playas, estos organismos contribuyen a la generación de grandes cantidades de carbonatos.

Es precisamente debido a estas características que una de las funciones ecológicas más importantes del sargazo es la estabilización de las playas. Por lo tanto, la práctica más conveniente y beneficiosa en relación a la afluencia de sargazo es dejarlo y esparcirlo en la medida de lo posible sobre las propias playas donde ha arribado. Sin embargo, desde 2011 y especialmente en los años 2015, 2018 y 2022, la llegada del sargazo a las playas ha sido frecuente y excesiva, lo que ha provocado impactos ambientales, turísticos y económicos significativos. Esto ha llevado a la implementación de diversos métodos de contención, recolección y retiro del sargazo de las playas, algunos de los cuales son ineficaces.

Uno de los métodos más perjudiciales en el manejo del sargazo ha sido enterrarlo en trincheras en la playa, motivado por la creencia de que se convierte en arena o por fines estéticos para eliminar su apariencia desagradable. Esto ha causado grandes impactos en los perfiles y la estabilidad de las playas. Otra mala práctica es barrer el sargazo sobre la arena y formar montículos que luego son arrastrados con abundante arena. Además, priorizar la recolección del «sargazo viejo» puede ser contraproducente, ya que en muchas ocasiones es el «sargazo fresco» el que se acumula sobre el sargazo anteriormente depositado, formando capas que impiden su secado al sol.

Las grandes acumulaciones de sargazo que no se retiran de las playas también promueven la erosión al formar bermas que, dependiendo del viento, la marea y el oleaje, pueden arrastrar grandes volúmenes de sargazo mezclado con arena conglomerada. Es importante destacar que cuando el proceso de secado no puede realizarse en capas delgadas de sargazo debido a su gran volumen, se produce una descomposición húmeda y anaeróbica que genera gases y compuestos lixiviados altamente tóxicos para el medio ambiente y la salud humana. Además, el cambio en la composición y coloración de las arenas limita su uso posterior para rellenar las propias playas, especialmente si estas son lugares de anidación de tortugas marinas.

Por lo tanto, en el manejo actual del sargazo en las playas, es recomendable levantar siempre el sargazo fresco o recién arribado desde la orilla del mar hacia carretillas o vehículos livianos destinados a tal fin. Se debe dispersar el sargazo en capas de 10 cm de espesor siempre que sea posible, evitando la formación de bermas que contribuyan a los procesos erosivos, y permitiendo su secado al sol en la misma playa.

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